El verdadero rostro de Jesús

El Santo Manto o Sábana Santa, que una sólida y sustentada tradición señala como el manto que envolvió el cuerpo del Señor Jesús, es una fina pieza de lino de 3 pies y 7 pulgadas de ancho y 14 pies y tres pulgadas de largo (exactamente 8 por 2 cubits, la antigua medida usada en Israel).
El manto lleva la imagen detallada del frente y la espalda de un hombre que fue crucificado de manera idéntica a Jesús de Nazaret según describen las Escrituras.
El manto está en Tuprín, Italia, desde 1578 y es puesto a exposición pública aproximadamente una vez por cada generación. La última exhibición previa a la extraordinaria que se viene realizando como preparación al Jubileo tuvo lugar en 1978, y en cinco semanas, aproximadamente 3 y 1/2 millones de peregrinos la visitaron.
Con el fin de determinar el modo cómo la imagen se imprimió en la sábana, más de 1000 investigaciones científicas de las más diversas especialidades han sido realizadas y se le han tomado 32,000 fotografías.
Estas investigaciones han hecho de la Sábana Santa la reliquia más estudiada de la historia.

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El Santo Rosario y su Importancia

El Rosario, ¿Es biblico o solamente una tradición de hombres?
Boletín N° 12 ¡Ser discípulos!, Aprende a defender tu Fe
 
El Rosario, ¿Es biblico o solamente una tradición de hombres?
El Rosario, ¿Es biblico o solamente una tradición de hombres?

Pregunta: 

¿Por qué nosotros en el Rosario repetimos oraciones, si en la Biblia Jesús prohibió que repitiéramos palabras al orar? Un protestante me dijo que eso estaba muy mal y que nada del rosario es biblico. ¿Qué podría contestarle?


Respuesta: 

Es sumamente importante que como católicos, siempre estemos dispuestos a dar razones de nuestra fe(1 Pe 3,15) y presentemos los fundamentos bíblicos de ello. En este caso el Papa Juan Pablo II en su reciente encíclica sobre el Rosario ha hecho un llamado a que presentemos los fundamentos bíblicos del mismo para mostrar su riqueza espiritual y su validez pastoral(Cfr. Rosarium Virginis Mariae No. 43)Con alegría te comparto algunas de las respuestas católicas inmediatas que hemos dado a eso:

1.- Jesucristo nos puso el ejemplo de rezar así. 

Es falso que la Biblia prohiba repetir palabras en la oración. Cuando en el Evangelio de San Mateo Jesús dice que no se hable tanto en la oración, en ese mismo versículo aclara que se refiere a los paganos que creen que por hacer tanta palabrería van a ser escuchados.

El rechazo no es a "repetir palabras" sino al hacerlo sin sentido interior y profundo como lo haría un pagano.

Si alguien te dijo eso, sería muy bueno que le dijeras que el mismo Señor Jesucristo nos puso el ejemplo al rezar ‘repitiendo palabras’.
Esto fue lo que sucedió. Era uno de los momentos más importantes en la vida de Nuestro Señor Jesucristo, pues él sabía que había llegado la hora de entregarse para salvación del hombre. Es la oración del Huerto de Getsemaní. ¿Cómo fue su oración? Veamos lo que la Biblia nos dice:

"Se alejó de nuevo a orar, repitiendo las mismas palabras"
Mc 14,39

Si Jesucristo oró "repitiendo las mismas palabras" entonces también nosotros lo podemos hacer. A menos que el protestante diga que también Jesucristo hizo mal al hacerlo así. Aunque usted no lo crea, algunos serán capaces de decir eso con tal de no reconocer su error.


2.- Los Salmos tienen oraciones repetitivas. 

Al parecer muchos hermanos protestantes no han leído atentamente la palabra de Dios, pues en ella encontramos que varios salmos de la Biblia son oraciones que tienen partes que se van repitiendo cada dos o tres versículos. Eso era algo muy común en la Biblia. Por ejemplo:

El salmo 29 Repite: "Voz de Yahvé".
El salmo 46 Repite: "Con nosotros Yahvé rey de los ejércitos".
El salmo 80 Repite: "Oh Dios haznos volver".
El salmo 107 Repite: "Den gracias a Yahvé".


3.- Por supuesto que el Rosario es una oración bíblica. 

*En el Rosario "repetimos palabras" así como Jesús lo hizo. Mc 14,39
*El Padre Nuestro está en la Biblia. Mt 6,9-13
* Gran parte del Ave María está en la Biblia. Lc 1,28-55: Jn 2,1-11
*El Gloria (Alabanza trinitaria) está en la Biblia 2 Cor 13,13-14


4.- *Los ´misterios´ del Rosario en su mayoría son pasajes bíblicos: 

Misterios gozosos: 
Primer misterio: La Encarnación del Hijo de Dios Lc 1,26-38
Segundo misterio: La Visita de María a Isabel Lc 1,39-45
Tercer misterio: El nacimiento de Jesús Lc 2,1-7
Cuarto misterio: La Presentación del niño Jesús Lc 2,22-34
Quinto misterio: Perdido y hallado en el templo Lc 2,41ss

Misterios Dolorosos: 

Primer misterio:La oración de Jesús en el Huerto Mc 14,32-38
Segundo misterio: La Flagelación de Jesús Mc 15,15
Tercer misterio: La Coronación de espinas Mc 15,16-19
Cuarto misterio: Jesús con la Cruz a cuestas Mc 15,21-22
Quinto misterio:Crucifixión y muerte de Jesús Jn 19,18-30

Misterios gloriosos: 
Primer misterio: La resurrección de Jesucristo Mt 28,1-6
Segundo misterio: La Ascención de Jesús Mc 16,19-20
Tercer misterio: La Venida del Espíritu Santo Hech 2,1-4
Cuarto misterio:La Asunción de María Cant 6,10
Quinto misterio:La coronación de María Ap 12,1ss

Misterios de la Luz 

Primer Misterio: Su Bautismo en el Jordán Mc 1,9-10
Segundo Misterio: La autorrevelación en las bodas de Caná Jn 2,1-11
Tercer Misterio: El anuncio del Reino de Dios invitando a la conversión Mc 1,15
Cuarto Misterio: La Transfiguración Mc 9,2-8
Quinto Misterio: La Institución de la Eucaristía. Lc 22, 19

Disculpeme, pero aunque a muchos no les guste, sí hay algo bíblico, eso es el Rosario. 

Además, ¿acaso a una esposa le molestará que su marido le diga una y otra vez: "te quiero mucho" "te quiero mucho" "te quiero mucho"... por supuesto que no, sino todo lo contrario.

De igual manera el Rosario es un "ramillete de rosas" para María, pidiendo su intercesión y glorificando a Nuestro Señor Jesucristo.
El Rosario gira alrededor de la persona de Jesucristo.

Gracias por escribirnos y esperamos que sigas creciendo en el conocimiento de tu fe para poder vivirla y defenderla.

Reza el Rosario. Te lo recomiendo.


Para profundizar este tema te recomiendo el CD de defensa de la fe con este tema sobre el Rosario en www.defiendetufe.com



Yo creo, Señor; en Ti
que eres la Verdad Suprema.
Creo en todo lo que me has revelado.
Creo en todas las verdades
que cree y espera mi Santa Madre
la Iglesia Católica y Apostólica.
Fe en la que nací por tu gracia,
fe en la que quiero vivir y luchar
fe en la que quiero morir.

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El Purgatorio ¿Existe?

El Dr. Fernando Casanova - ex pastor protestante - reflexiona sobre el Purgatorio (Estoy en Casa - EWTN)


¿Qué es el Purgatorio?
En el Purgatorio reinan el amor y la esperanza, la firme convicción de la salvación eterna.
Muchos católicos no saben bien qué es eso tan misterioso que llamamos Purgatorio, porque lo hemos escuchado de pequeños en la catequesis, en casa, en algunas oraciones, etc.

Respondiendo en pocas palabras, el Purgatorio es el estado en el que van todas las almas, que, aún muriendo en gracia de Dios, no han llegado en su vida a purificar el daño que han ocasionado con sus pecados.

Pero... ¿De qué hay que “purgarse”? ¿No se supone que se nos perdonan todos los pecados en la confesión?

Con la confesión quedan perdonados nuestros pecados y quedamos libres del castigo eterno que nos merecíamos. Pero la confesión no repara el daño que hemos ocasionado. Ése, debemos repararlo nosotros con nuestras buenas obras o con nuestro sacrificio.

Entenderlo es tan fácil como pensar que rompimos un vidrio de la casa del vecino. Corremos a su casa y le pedimos perdón. Nuestro vecino nos perdona de todo corazón y seguimos siendo tan amigos como antes. Pero... ¡el vidrio sigue igual de roto!

Los que aún estamos vivos, podemos reparar el daño que hemos ocasionado con los grandes medios que nos ofrece la Santa Madre Iglesia como los sacramentos, la oración diaria a Dios, las obras de misericordia, la predicación de la Palabra de Dios, las indulgencias plenarias, la vida de caridad y de santidad.

El otro modo, que es la forma menos recomendable para reparar la pena temporal, es pasar por el Purgatorio.

Cuentan de santos que han tenido la visión del Purgatorio que hubiesen preferido sufrir lo más terrible de esta vida por mil años, que estar un solo día en el Purgatorio. Allí se va para una purificación en profundidad, una limpieza que cuesta grandes pesares y malestares, pero necesaria para nuestra buena salud.

El purgatorio existe, debe existir porque nadie entra a las Bodas del Reino de los Cielos con la piel y la ropa llena de mugre. Es necesario entrar con el mejor vestido. Y en donde se nos lava hasta el punto de quedar dignos para el paraíso y con el traje adecuado, es en el Purgatorio. Nadie nos obligó a ensuciarnos, lo hicimos por libre disposición. Pero si queremos ser buenos invitados, no se nos ocurrirá entrar indignamente presentados, desearemos estar limpios, muy limpios, como se merece el Esposo de las Bodas.

El Purgatorio, por tanto, existe y es más que un lugar, es un estado de purificación, con un fuego que nos arrancará nuestros errores de raíz y los disolverá en su fuego, con el dolor de los que se sanan de una herida.

No es para nada igual que el Infierno, pues en el Infierno reinan el odio y la desesperación eterna y en el Purgatorio reinan el amor y la esperanza, la firme convicción de la salvación eterna. Todo allí será sufrir pero sólo para lograr amar verdaderamente al Señor que nos esperará con los brazos abiertos en su eterno Convite Celestial.


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EXPLICACIÓN DE LOGO PARA EL AÑO DE LA FE

Fuente: http://educacionreligiosaperu.blogspot.com/2012/08/explicacion-de-logo-para-el-ano-de-la-fe.html


EXPLICACIÓN DE LOGO: Sobre un campo cuadrado, enmarcado, se representa simbólicamente una barca –imagen de la Iglesia- en navegación sobre olas apenas insinuadas gráficamente cuyo árbol maestro es una cruz que iza las velas con signos dinámicos que realizan el monograma de Cristo; el fondo de las velas es un sol que asociado al monograma hace referencia también a la eucaristía.

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Un hecho innegable: la necesidad del perdón de mis pecados.

Fuente:http://www.es.catholic.net/escritoresactuales/921/8/articulo.php?id=43622

El perdón es algo que se recibe.
 
Un hecho innegable: la necesidad del perdón de mis pecados.
Un hecho innegable: la necesidad del perdón de mis pecados.

Todos tenemos muchas cosas buenas…, pero al mismo tiempo, la presencia del mal en nuestra vida es un hecho: somos limitados, tenemos una cierta inclinación al mal y defectos; y como consecuencia de esto nos equivocamos, cometemos errores y pecados. Esto es evidente y Dios lo sabe. De nuestra parte, tonto sería negarlo. En realidad… sería peor que tonto… San Juan dice que "si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, fiel y justo es El para perdonar nuestros pecados y purificarnos de toda injusticia. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos mentiroso y su palabra no está en nosotros" (1 Jn 1,9-10).

De aquí que una de las cuestiones más importantes de nuestra vida sea ¿cómo conseguir "deshacernos" de lo malo que hay en nosotros? ¿de las cosas malas que hemos hecho o de las que hemos hecho mal? Esta es una de las principales tareas que tenemos entre manos: purificar nuestra vida de lo que no es bueno, sacar lo que está podrido, limpiar lo que está sucio, etc.: librarnos de todo lo que no queremos de nuestro pasado. ¿Pero cómo hacerlo?

No se puede volver al pasado, para vivirlo de manera diferente… Sólo Dios puede renovar nuestra vida con su perdón. Y El quiere hacerlo… hasta el punto que el perdón de los pecados ocupa un lugar muy importante en nuestras relaciones con Dios.

Como respeto nuestra libertad, el único requisito que exige es que nosotros queramos ser perdonados: es decir, rechacemos el pecado cometido (esto es el arrepentimiento) y queramos no volver a cometerlo. ¿Cómo nos pide que mostremos nuestra buena voluntad? A través de un gran regalo que Dios nos ha hecho.

En su misericordia infinita nos dio un instrumento que no falla en reparar todo lo malo que podamos haber hecho. Se trata del sacramento de la penitencia. Sacramento al que un gran santo llamaba el sacramento de la alegría, porque en él se revive la parábola del hijo prodigo, y termina en una gran fiesta en los corazones de quienes lo reciben.

Así nuestra vida se va renovando, siempre para mejor, ya que Dios es un Padre bueno, siempre dispuesto a perdonarnos, sin guardar rencores, sin enojos, broncas, etc. Premia lo bueno y valioso que hay en nosotros; lo malo y ofensivo, lo perdona. Es uno de los más grandes motivos de optimismo y alegría: en nuestra vida todo tiene arreglo, incluso las peores cosas pueden terminar bien (como la del hijo pródigo) porque Dios tiene la última palabra: y esa palabra es de amor misericordioso.

La confesión no es algo meramente humano: es un misterio sobrenatural: consiste en un encuentro personal con la misericordia de Dios en la persona de un sacerdote .

Dejando de lado otros aspectos, aquí vamos sencillamente a mostrar que confesarse es razonable, que no es un invento absurdo y que incluso humanamente tiene muchísimos beneficios. Te recomiendo pensar los argumentos… pero más allá de lo que la razón nos pueda decir, acudí a Dios pidiéndole su gracia: eso es lo más importante, ya que en la confesión no se realiza un diálogo humano, sino un diálogo divino: nos introduce dentro del misterio de la misericordia de Dios.

Algunas razones por las que tenemos que confesarnos

1. En primer lugar porque Jesús dio a los Apóstoles el poder de perdonar los pecados. Esto es un dato y es la razón definitiva: la más importante. En efecto, recién resucitado, es lo primero que hace: "Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados, a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar " (Jn 20,22-23). Los únicos que han recibido este poder son los Apóstoles y sus sucesores. Les dio este poder precisamente para que nos perdonen los pecados a vos y a mí. Por tanto, cuando querés que Dios te borre los pecados, sabés a quien acudir, sabés quienes han recibido de Dios ese poder.
Es interesante notar que Jesús vinculó la confesión con la resurrección (su victoria sobre la muerte y el pecado), con el Espíritu Santo (necesario para actuar con poder) y con los apóstoles (los primeros sacerdotes): el Espíritu Santo actúa a través de los Apóstoles para realizar en las almas la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte.

2. Porque la Sagrada Escritura lo manda explícitamente: "Confiesen mutuamente sus pecados" (Sant 5,16). Esto es consecuencia de la razón anterior: te darás cuenta que perdonar o retener presupone conocer los pecados y disposiciones del penitente. Las condiciones del perdón las pone el ofendido, no el ofensor. Es Dios quién perdona y tiene poder para establecer los medios para otorgar ese perdón. De manera que no soy yo quien decide cómo conseguir el perdón, sino Dios el que decidió (hace dos mil años de esto…) a quién tengo que acudir y qué tengo que hacer para que me perdone. Entonces nos confesamos con un sacerdote por obediencia a Cristo.

3. Porque en la confesión te encontrás con Cristo. Esto debido a que es uno de los siete Sacramentos instituidos por El mismo para darnos la gracia. Te confesás con Jesús, el sacerdote no es más que su representante. De hecho, la formula de la absolución dice: "Yo te absuelvo de tus pecados" ¿Quien es ese «yo»? No es el Padre Fulano -quien no tiene nada que perdonarte porque no le has hecho nada-, sino Cristo. El sacerdote actúa en nombre y en la persona de Cristo. Como sucede en la Misa cuando el sacerdote para consagrar el pan dice "Esto es mi cuerpo", y ese pan se convierte en el cuerpo de Cristo (ese «mi» lo dice Cristo), cuando te confesás, el que está ahí escuchándote, es Jesús. El sacerdote, no hace más que «prestarle» al Señor sus oídos, su voz y sus gestos.

4. Porque en la confesión te reconciliás con la Iglesia. Resulta que el pecado no sólo ofende a Dios, sino también a la comunidad de la Iglesia: tiene una dimensión vertical (ofensa a Dios) y otra horizontal (ofensa a los hermanos). La reconciliación para ser completa debe alcanzar esas dos dimensiones. Precisamente el sacerdote está ahí también en representación de la Iglesia, con quien también te reconcilias por su intermedio. El aspecto comunitario del perdón exige la presencia del sacerdote, sin él la reconciliación no sería «completa».

5. El perdón es algo que «se recibe». Yo no soy el artífice del perdón de mis pecados: es Dios quien los perdona. Como todo sacramento hay que recibirlo del ministro que lo administra válidamente. A nadie se le ocurriría decir que se bautiza sólo ante Dios… sino que acude a la iglesia a recibir el Bautismo. A nadie se le ocurre decir que consagra el pan en su casa y se da de comulgar a sí mismo… Cuando se trata de sacramentos, hay que recibirlos de quien corresponde: quien los puede administrar válidamente.

6. Necesitamos vivir en estado de gracia. Sabemos que el pecado mortal destruye la vida de la gracia. Y la recuperamos en la confesión. Y tenemos que recuperarla rápido, básicamente por tres motivos:

a) porque nos podemos morir… y no creo que queramos morir en estado de pecado mortal… y acabar en el infierno.

b) porque cuando estamos en estado de pecado ninguna obra buena que hacemos es meritoria cara a la vida eterna. Esto se debe a que el principio del mérito es la gracia: hacer obras buenas en pecado mortal, es como hacer goles en off-side: no valen, carecen de valor sobrenatural. Este aspecto hace relativamente urgente el recuperar la gracia: si no queremos que nuestra vida esté vacía de mérito y que lo bueno que hacemos sea inútil.

c) porque necesitamos comulgar: Jesús nos dice que quien lo come tiene vida eterna y quien no lo come, no la tiene. Pero, no te olvides que para comulgar dignamente, debemos estar libres de pecado mortal. La advertencia de San Pablo es para temblar: "quien coma el pan o beba el cáliz indignamente, será reo del cuerpo y sangre del Señor. (…) Quien come y bebe sin discernir el cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,27-28). Comulgar en pecado mortal es un terrible sacrilegio: equivale a profanar la Sagrada Eucaristía, a Cristo mismo.

7. Necesitamos dejar el mal que hemos hecho. El reconocimiento de nuestros errores es el primer paso de la conversión. Sólo quien reconoce que obró mal y pide perdón, puede cambiar.

8. La confesión es vital en la luchar para mejorar. Es un hecho que habitualmente una persona después de confesarse se esfuerza por mejorar y no cometer pecados. A medida que pasa el tiempo, va aflojando… se «acostumbra» a las cosas que hace mal, o que no hace, y lucha menos por crecer. Una persona en estado de gracia -esta es una experiencia universal- evita el pecado. La misma persona en pecado mortal tiende a pecar más fácilmente.

Otros motivos que hacen muy conveniente la confesión

a) Necesitamos paz interior. El reconocimiento de nuestras culpas es el primer paso para recuperar la paz interior. Negar la culpa no la elimina: sólo la esconde, haciendo más penosa la angustia. Sólo quien reconoce su culpa está en condiciones de liberarse de ella.

b) Necesitamos aclararnos a nosotros mismos. La confesión nos "obliga" a hacer un examen profundo de nuestra conciencia. Saber qué hay «adentro», qué nos pasa, qué hemos hecho, cómo vamos… De esta manera la confesión ayuda a conocerse y entenderse a uno mismo.

c) Todos necesitamos que nos escuchen. ¿En qué consiste el primer paso de la terapia de los psiquiatras y psicólogos sino en hacer hablar al "paciente"? Y te cobran para escucharte… y al "paciente" le hace muy bien. Estas dos profesiones han descubierto en el siglo XX algo que la Iglesia descubrió hace muchos siglos (en realidad se lo enseñó Dios). El decir lo que nos pasa, es una primera liberación.

d) Necesitamos una protección contra el auto-engaño. Es fácil engañarse a uno mismo, pensando que eso malo que hicimos, en realidad no está tan mal; o justificándolo llegando a la conclusión de que es bueno, etc. Cuando tenemos que contar los hechos a otra persona, sin excusas, con sinceridad, se nos caen todas las caretas… y nos encontramos con nosotros mismos, con la realidad que somos.

e) Todos necesitamos perspectiva. Una de las cosas más difíciles de esta vida es conocerse uno mismo. Cuando "salimos" de nosotros por la sinceridad, ganamos la perspectiva necesaria para juzgarnos con equidad.

f) Necesitamos objetividad. Y nadie es buen juez en causa propia. Por eso los sacerdotes pueden perdonar los pecados a todas las personas del mundo… menos a una: la única persona a la que un sacerdote no puede perdonar los pecados es él mismo: siempre tiene que acudir a otros sacerdote para confesarse. Dios es sabio y no podía privar a los sacerdotes de este gran medio de santificación.

g) Necesitamos saber si estamos en condiciones de ser perdonados: si tenemos las disposiciones necesarias para el perdón o no. De otra manera correríamos un peligro enorme: pensar que estamos perdonados cuando ni siquiera podemos estarlo.

h) Necesitamos saber que hemos sido perdonados. Una cosa es pedir perdón y otra distinta ser perdonado. Necesitamos una confirmación exterior, sensible, de que Dios ha aceptado nuestro arrepentimiento. Esto sucede en la confesión: cuando recibimos la absolución, sabemos que el sacramento ha sido administrado, y como todo sacramento recibe la eficacia de Cristo.

i) Tenemos derecho a que nos escuchen. La confesión personal más que una obligación es un derecho: en la Iglesia tenemos derecho a la atención personal, a que nos atiendan uno a uno, y podamos abrir el corazón, contar nuestros problemas y pecados.

j) Hay momentos en que necesitamos que nos animen y fortalezcan. Todos pasamos por momentos de bajoneo, pesimismo, desánimo… y necesitamos que se nos escuche y anime. Encerrarse en sí mismo solo empeora las cosas…

k) Necesitamos recibir consejo. Mediante la confesión recibimos dirección espiritual. Para luchar por mejorar en las cosas de las que nos confesamos, necesitamos que nos ayuden.

l) Necesitamos que nos aclaren dudas, conocer la gravedad de ciertos pecados, en fin… mediante la confesión recibimos formación.

Algunos motivos para no confesarse

1. ¿Quién es el cura para perdonar los pecados…? Sólo Dios puede perdonarlos.
Hemos visto que el Señor dio ese poder a los Apóstoles. Además, permitime decirte que ese argumento lo he leído antes… precisamente en el Evangelio… Es lo que decían los fariseos indignados cuando Jesús perdonaba los pecados… (podés mirar Mt 9,1-8).

2. Yo me confieso directamente con Dios, sin intermediarios.
Genial. Me parece bárbaro… pero hay algunos peros…
Pero… ¿cómo sabés que Dios acepta tu arrepentimiento y te perdona? ¿Escuchás alguna voz celestial que te lo confirma?
Pero… ¿cómo sabés que estás en condiciones de ser perdonado? Te darás cuenta que no es tan fácil… Una persona que robara un banco y no quisiera devolver el dinero… por más que se confesara directamente con Dios… o con un cura… si no quisiera reparar el daño hecho -en este caso, devolver el dinero-, no puede ser perdonada… porque ella misma no quiere "deshacerse" del pecado.
Este argumento no es nuevo… Hace casi mil seiscientos años, San Agustín replicaba a quien argumentaba como vos: "Nadie piense: yo obro privadamente, de cara a Dios… ¿Es que sin motivo el Señor dijo: «lo que atareis en la tierra, será atado en el cielo»?.¿Acaso les fueron dadas a la Iglesia las llaves del Reino de los cielos sin necesidad? Frustramos el Evangelio de Dios, hacemos inútil la palabra de Cristo."

3. ¿Porque le voy a decir los pecados a un hombre como yo?
Porque ese hombre no un hombre cualquiera: tiene el poder especial para perdonar los pecados (el sacramento del orden). Esa es la razón por la que vas a él.

4. ¿Porque le voy a decir mis pecados a un hombre que es tan pecador como yo?
El problema no radica en la «cantidad» de pecados: si es menos, igual o más pecador que vos…. No vas a confesarte porque sea santo e inmaculado, sino porque te puede dar al absolución, poder que tiene por el sacramento del orden, y no por su bondad. Es una suerte -en realidad una disposición de la sabiduría divina- que el poder de perdonar los pecados no dependa de la calidad personal del sacerdote, cosa que sería terrible ya que uno nunca sabría quién sería suficientemente santo como para perdonar… Además, el hecho de que sea un hombre y que como tal tenga pecados, facilita la confesión: precisamente porque sabe en carne propia lo que es ser débil, te puede entender mejor.

5. Me da vergüenza…
Es lógico, pero hay que superarla. Hay un hecho comprobado universalmente: cuanto más te cueste decir algo, tanto mayor será la paz interior que consigas después de decirlo. Además te cuesta, precisamente porque te confesás poco…, en cuanto lo hagas con frecuencia, verás como superás esa vergüenza.
Además, no creas que sos tan original…. Lo que vas a decir, el cura ya lo escuchó trescientas mil veces… A esta altura de la historia… no creo que puedas inventar pecados nuevos…
Por último, no te olvides de lo que nos enseñó un gran santo: el diablo quita la vergüenza para pecar… y la devuelve aumentada para pedir perdón… No caigas en su trampa.

6. Siempre me confieso de lo mismo…
Eso no es problema. Hay que confesar los pecados que uno ha cometido… y es bastante lógico que nuestros defectos sean siempre más o menos los mismos… Sería terrible ir cambiando constantemente de defectos… Además cuando te bañás o lavas la ropa, no esperás que aparezcan machas nuevas, que nunca antes habías tenido; la suciedad es más o menos siempre del mismo tipo… Para querer estar limpio basta querer remover la mugre… independientemente de cuán original u ordinaria sea.

7. Siempre confieso los mismos pecados…
No es verdad que sean siempre los mismos pecados: son pecados diferentes, aunque sean de la misma especie… Si yo insulto a mi madre diez veces… no es el mismo insulto… cada vez es uno distinto… No es lo mismo matar una persona que diez… si maté diez no es el mismo pecado… son diez asesinatos distintos. Los pecados anteriores ya me han sido perdonados, ahora necesito el perdón de los "nuevos", es decir los cometidos desde la última confesión.

8. Confesarme no sirve de nada, sigo cometiendo los pecados que confieso…
El desánimo, puede hacer que pienses: "má si…, es lo mismo si me confieso o no, total nada cambia, todo sigue igual". No es verdad. El hecho de que uno se ensucie, no hace concluir que es inútil bañarse. Uno que se baña todos los días… se ensucia igual… Pero gracias a que se baña, no va acumulando mugre… y está bastante limpio. Lo mismo pasa con la confesión. Si hay lucha, aunque uno caiga, el hecho de ir sacándose de encima los pecados… hace que sea mejor. Es mejor pedir perdón, que no pedirlo. Pedirlo nos hace mejores.

9. Sé que voy a volver a pecar… lo que muestra que no estoy arrepentido
Depende… Lo único que Dios me pide es que esté arrepentido del pecado cometido y que ahora, en este momento quiera luchar por no volver a cometerlo. Nadie pide que empeñemos el futuro que ignoramos… ¿Qué va a pasar en quince días? No lo sé… Se me pide que tenga la decisión sincera, de verdad, ahora, de rechazar el pecado. El futuro dejalo en las manos de Dios…

10. Y si el cura piensa mal de mi…
El sacerdote está para perdonar… Si pensara mal, sería un problema suyo del que tendría que confesarse. De hecho siempre piensa bien: valora tu fe (sabe que si estás ahí contando tus pecados, no es por él… sino porque vos crees que representa a Dios), tu sinceridad, tus ganas de mejorar, etc. Supongo que te darás cuenta de que sentarse a escuchar pecados, gratis -sin ganar un peso-, durante horas, … si no se hace por amor a las almas… no se hace. De ahí que, si te dedica tiempo, te escucha con atención… es porque quiere ayudarte y le importás… aunque no te conozca te valora lo suficiente como para querer ayudarte a ir al cielo.

11. Y si el cura después le cuenta a alguien mis pecados…
No te preocupes por eso. La Iglesia cuida tanto este asunto que aplica la pena más grande que existe en el Derecho Canónico -la ex-comunión- al sacerdote que dijese algo que conoce por la confesión. De hecho hay mártires por el sigilo sacramental: sacerdotes que han muerto por no revelar el contenido de la confesión.

12. Me da fiaca…
Puede ser toda la verdad que quieras, pero no creo que sea un obstáculo verdadero ya que es bastante fácil de superar… Es como si uno dijese que hace un año que no se baña porque le da pereza…

13. No tengo tiempo…
No creo que te creas que en los últimos ___ meses… no hayas tenidos los diez minutos que te puede llevar una confesión… ¿Te animás a comparar cuántas horas de TV has visto en ese tiempo… (multiplicá el número de horas diarias que ves por el número de días…)?

14. No encuentro un cura…
No es una raza en extinción, en Argentina hay varios miles. Agarrá la guía de teléfono (o llamá a 110). Buscá el teléfono de tu parroquia. Si ignorás el nombre, buscá por el obispado, ahí te dirán… Así podrás saber en tres minutos el nombre de un cura con el que te podés confesar… e incluso perdirle una hora… para no tener que esperar.

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¿Confesarse con un hombre?

Fuente:http://www.es.catholic.net/sectasapologeticayconversos/574/1450/articulo.php?id=7702


Jesús comunicó el poder de perdonar pecados a sus apóstoles. Jesús confió el ejercicio del poder de absolución solamente a sus apóstoles. Jesús quería que la reconciliación con Dios pasara por el camino de la reconciliación con la Iglesia
¿Confesarse  con  un  hombre?
¿Confesarse con un hombre?


El otro día, hablando de la confesión alguien me dijo: «¿Cómo se le ocurre que yo me voy a confesar con un pecador como yo? Yo me confieso con Dios y punto. Entro en mi habitación, oro con fervor y Dios me perdona». Le contesté que el asunto no es tan simple. Muchas veces acomodamos la religión a nuestra manera, y así pasa también con la confesión. La confesión no es solamente «pecar, orar y listo». Hay que buscar a un sacerdote. Hacer un gran acto de humildad. Decirle sus pecados. Y luego recibir una corrección fraterna y la absolución del sacerdote de la Iglesia. Eso no lo han inventado los curas. Hay claras indicaciones en la Biblia acerca de la confesión delante de un ministro de la Iglesia.
Queridos hermanos católicos, en esta carta quiero explicarles primero lo que nos enseña la Biblia acerca del perdón de los pecados, y luego voy a contestar algunas dudas acerca de la confesión que algunos hermanos de otra religión nos plantean. Muchos católicos, sin mayor formación religiosa, fácilmente se dejan influenciar por estas inquietudes y sin darse cuenta se les van los grandes tesoros que Jesús confió a su Iglesia. Con esta carta no quiero ofender a nadie, pero lo que me mueve a escribir estas líneas es el amor por la verdad. Ya que solamente «la verdad nos hará libres» (Jn. 8, 32).

¿Qué nos enseña la Biblia acerca del perdón de los pecados?

1. Jesús perdona los pecados.


En el Antiguo Testamento el perdón de los pecados era un derecho solamente de Dios. Ningún profeta y ningún sacerdote del Antiguo Testamento pronunció absolución de pecados. Sólo Dios perdonaba el pecado.
En el Nuevo Testamento, por primera vez, aparece alguien, al lado de Dios Padre, que perdona los pecados: Jesús. El Hijo de Dios dijo de sí mismo: «El Hijo del Hombre tiene poder de perdonar los pecados en la tierra» (Mc. 2, 10).
Y en verdad Jesús ejerció su poder divino: «Cuando Jesús vio la fe de aquella gente, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados» (Mc. 2, 5).
Frente a una mujer pecadora Jesús dijo: «Sus pecados, sus numerosos pecados le quedan perdonados, por el mucho amor que mostró» (Lc. 7, 47).
Y en la cruz Jesús se dirigió a un criminal arrepentido: «En verdad te digo que hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso» (Lc. 23, 43).

2. Jesús comunicó el poder de perdonar pecados a sus apóstoles. Jesús quiso que todos sus discípulos, tanto en su oración como en su vida y en sus obras, fueran signo e instrumento de perdón. Y pidió a sus discípulos que siempre se perdonaran las ofensas unos a otros (Mt. 18, 15-17).
Sin embargo, Jesús confió el ejercicio del poder de absolución solamente a sus apóstoles. Jesús quería que la reconciliación con Dios pasara por el camino de la reconciliación con la Iglesia. Lo expresó particularmente en las palabras solemnes a Simón Pedro: «A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos» (Mat. 16, 19). Esta misma autoridad de «atar» y «desatar» la recibieron después todos los apóstoles (Mt. 18, 18). Las palabras «atar» y «desatar» significan: Aquel a quien excluyen ustedes de su comunión, será excluido de la comunión con Dios. Aquel a quien ustedes reciben de nuevo en su comunión, será también acogido por Dios. Es decir, la reconciliación con Dios pasa inseparablemente por la reconciliación con la Iglesia.

El mismo día de la Resurrección, Jesucristo se apareció a los apóstoles, sopló sobre sus cabezas y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo. A quienes perdonen los pecados, les quedarán perdonados y a quienes se los retengan, les quedarán retenidos» (Jn. 20, 22-23).
Y en la Iglesia primitiva ya existía el ministerio de la reconciliación como dice el apóstol Pablo: «Todo eso es la obra de Dios, que nos reconcilió con El en Cristo, y que a mí me encargó la obra de la reconciliación» (2 Cor. 5, 18).

3. Los apóstoles comunicaron el poder divino de perdonar pecados a sus sucesores.

Las palabras de Jesucristo sobre el perdón de los pecados no fueron sólo para los Doce apóstoles, sino para pasarlas a todos sus sucesores. Los apóstoles las comunicaron con la imposición de manos. Escribe el apóstol Pablo a su amigo Timoteo: «Te recomiendo que avives el fuego de Dios que está en ti por la imposición de mis manos» (2 Tim. 1, 6).
Los apóstoles estaban conscientes de que Jesucristo tenía una clara intención de proveer el futuro de la Iglesia; estaban convencidos de que Jesús quería una institución que no podía desaparecer con la muerte de los apóstoles. El Maestro les había dicho: «Sepan que Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo» (Mt. 28, 20), y «las fuerzas del infierno no podrán vencer a la Iglesia» (Mt. 16, 18). Así las promesas de Jesús a Pedro y a los apóstoles, no sólo valen para sus personas, sino también para sus legítimos sucesores.

Como conclusión podemos decir: Cristo confió a sus apóstoles el ministerio de la reconciliación (Jn. 20, 23; 2 Cor. 5, 18). Los obispos, o sucesores de los apóstoles, y los presbíteros, colaboradores de los obispos, continúan ahora ejerciendo este ministerio. Ellos tienen el poder de perdonar los pecados «en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo».

Dudas que plantean otras iglesias acerca de la confesión

1. ¿En qué se basan los católicos para decir que los sacerdotes pueden perdonar los pecados? 


La Iglesia Católica lee con atención toda la Biblia y acepta la autoridad divina que Jesús dejó en manos de los Doce apóstoles y sus legítimos sucesores. Esto ya está explicado. El poder divino de perdonar pecados está claramente expresado en lo que hizo y dijo Jesús ante sus apóstoles: El Señor sopló sobre sus cabezas y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo. A quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados; y a quienes se los retengan les quedan retenidos» (Jn. 20, 22-23).

Los apóstoles murieron y, como Cristo quería que ese don llegara a todas las personas de todos los tiempos, les dio ese poder de manera que fuera transmisible, es decir, que ellos pudieran transmitirlo a sus sucesores. Y así los sucesores de los apóstoles, los obispos, lo delegaron a «presbíteros», o sea, a los sacerdotes. Estos tienen hoy el poder que Jesús dio a sus apóstoles: «A quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados» y nunca agradeceremos bastante este don de Dios que nos devuelve su gracia y su amistad

2. ¿Para qué decir los pecados a un sacerdote, si Jesús simplemente los perdonaba?
Es verdad que Jesús perdonaba los pecados sin escuchar una confesión. Pero el Maestro divino leía claramente en los corazones de la gente, y sabía perfectamente quiénes estaban dispuestos a recibir el perdón y quiénes no. Jesús no necesitaba esta confesión de los pecados. Ahora bien, como el pecado toca a Dios, a la comunidad y a toda la Iglesia de Cristo, por eso Jesús quería que el camino de la reconciliación pasara por la Iglesia que está representada por sus obispos y sacerdotes. Y como los obispos y sacerdotes no leen en los corazones de los pecadores, es lógico que el pecador tiene que manifestar los pecados. No basta una oración a Dios en el silencio de nuestra intimidad.
Además el hombre está hecho de tal manera que siente la necesidad de decir sus pecados, de confesar sus culpas, aunque llegado el momento le cuesta. El sacerdote debe tener suficiente conocimiento de la situación de culpabilidad y de arrepentimiento del pecador. Luego el sacerdote, guiado por el espíritu de Jesús que siempre perdona, juzgará y pronunciará la absolución: «Yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo». La absolución es realmente un juicio que se pronuncia sobre el pecador arrepentido. Es mucho más que un sentirse liberado de sus pecados. Es decir, a los ojos de Dios: no existen más esos pecados. Está realmente justificado. Y como consecuencia lógica, dada la delicadeza y la grandeza de este misterio del perdón, el sacerdote está obligado a guardar un secreto absoluto de los pecados de sus penitentes.

3. «Pero el sacerdote es pecador como nosotros», dirán algunos.

Y les respondo: También los Doce apóstoles eran pecadores y sin embargo Jesús les dio poder para perdonar pecados. El sacerdote es humano y dice todos los días: «Yo pecador» y la Escritura dice: «Si alguien dice que no ha pecado, es un mentiroso» (1Jn. 1, 8). Aquí la única razón que aclara todo es esta: Jesús lo quiso así y punto. Jesús fundamentó la Iglesia sobre Pedro sabiendo que Pedro era también pecador. Y Jesús dio el poder de perdonar, de consagrar su Cuerpo y de anunciar su Palabra a hombres pecadores, precisamente para que más aparecieran su bondad y su misericordia hacia todos los hombres. Con razón nosotros los sacerdotes reconocemos que llevamos este tesoro en vasos de barro y sentimos el deber de crecer día a día en santidad para ser menos indignos de este ministerio.

El sacerdote perdona los pecados por una sola razón: porque recibió de Jesucristo el poder de hacerlo. Además, durante la confesión aprovecha para hacer una corrección fraterna y para alentar al penitente. El confesor no es el dueño, sino el servidor del perdón de Dios.
Y otro punto importante es que el sacerdote concede el perdón «en la persona de Cristo»; y cuando dice «Yo te perdono...» no se refiere a la persona del sacerdote sino a la persona de Cristo que actúa en él. Los que se escandalizan y dicen ¿cómo un sacerdote que es un hombre puede perdonar a otro hombre? es que no entienden nada de esto.

¿Qué otras diferencias hay entre católicos y protestantes acerca de la confesión?

El protestante comete pecados, ora a Dios, pide perdón, y dice que Dios lo perdona. Pero ¿cómo sabe que, efectivamente, Dios le ha perdonado? Muy difícilmente queda seguro de haber sido perdonado.
En cambio el católico, después de una confesión bien hecha, cuando el sacerdote levanta su mano consagrada y le dice: «Yo te absuelvo en el nombre del Padre...», queda con una gran seguridad de haber sido perdonado y con una paz en el alma que no encuentra por ningún otro camino.
Por eso decía un no-católico: «Yo envidio a los católicos. Yo cuando peco, pido perdón a Dios, pero no estoy muy seguro de si he sido perdonado o no. En cambio el católico queda tan seguro del perdón que esa paz no la he visto en ninguna otra religión». En verdad,la confesión es el mejor remedio para obtener la paz del alma.
El católico sabe que no es simplemente: «Pecar y rezar, y listo». Pongamos un caso: Una mujer católica comete un aborto. No puede llegar a su pieza, rezar y decir que todo está arreglado. No. Ella tiene que ir a un sacerdote y confesarle su pecado. Y el sacerdote le hará ver lo grave de su pecado, un pecado que lleva a la excomunión de la Iglesia. El sacerdote le aconsejará una penitencia fuerte. Ella quizás hasta llorará en ese momento y antes del próximo aborto seguramente lo pensará tres veces... ¿Y ese señor que compra lo robado? ¿Y esa novia que no se hace respetar por el novio? ¿Y esa mujer que quita la fama con su lengua? ¿Y ese borracho?... Confesando sus pecados, se encontrarán con alguien que les habla en nombre de Dios y les hace reflexionar y cambiar su vida.

Queridos hermanos, termino esta carta con una gran esperanza de que nosotros los católicos seamos capaces de descubrir de nuevo el gran tesoro de la confesión.
Cuántos miles de personas mejoraron su vida sólo con hacer una buena confesión. Un gran psicólogo decía: «Yo no conozco ningún método tan bueno para mejorar una vida como la confesión de los católicos». Espero que este «gran tesoro» que dejó Jesús en su Iglesia, sea también provechoso para el crecimiento de nuestra vida espiritual.

Décima a lo Divino por el Hijo Pródigo:

Padre de mi corazón
aquí estoy arrepentido,
a tus pies estoy rendido,
concédeme tu perdón.
Póngame la bendición
y olvide usted sus enojos
como pisando entre abrojos
hoy he llegado hasta aquí
a hacerle correr por mí
las lágrimas de sus ojos.


Cuestionario

¿Quién podía perdonar los pecados en el Antiguo Testamento? ¿Quién puede perdonarlos en el Nuevo Testamento? ¿A quiénes delegó Jesús este poder? ¿A quiénes lo delegaron los Apóstoles? ¿En nombre de quién perdonan los sacerdotes? ¿Qué significa que el sacerdote perdona en nombre de Cristo? ¿Puede un católico confesar sus pecados directamente a Dios? ¿Cuándo tiene seguridad el católico de que es perdonado por Dios? ¿La tiene igual el evangélico? ¿Cómo se confiesan ellos? ¿Por qué hay que decir los pecados al sacerdote?

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PORQUE PERSIGNARSE?????

INTRODUCCION

Todo fiel cristiano
Está muy obligado
A tener devoción
De todo corazón
A la santa Cruz
De Cristo nuestra luz;
Pues en ella
Quiso morir
Para redimirnos 
De nuestro pecado,
Y librarnos del enemigo
malo:
Y por tanto
Te has de acostumbrar
A signar y santiguar,
Haciendo tres cruces:
La primer en la frente,
Porque nos libre Dios
De los malos pensamientos:
La segunda en la boca,
Porque nos libre Dios
De las malas palabras:
La tercera en los
Pechos,
Porque nos libre Dios
De las malas obras;
Diciendo así:
Por la señal
De la santa Cruz,
De nuestros enemigos
Líbranos, Señor
Dios nuestro,
En el nombre del Padre,
Y del Hijo,
Y del Espíritu Santo. Amén

EXPLICACION MAS EXTENSA:


“y verán su rostro y llevarán en la frente su nombre.” Apocalipsis 22,4

Ya desde el Antiguo Testamento se habla referente a un signo en la frente (Ezequiel 9,4), que es el signo de la Tau, que se ordena poner sobre los buenos que era una pequeña cruz o equis de la antigua escritura fenicio-samaritana. La Tau «T» es la última letra del alfabeto hebreo. Decimonona letra del alfabeto griego, que corresponde a la que en el nuestro se llama «te».
También con ocasión del éxodo un signo especial sirvió para proteger a los israelitas contra el ángel exterminador (Éxodo 12,23). Padres de la Iglesia como Tertuliano ya desde el siglo II han visto en esta señal un tipo del carácter bautismal del cristiano, destinado por vocación a la vida eterna.

"En todos nuestros viajes y movimientos, en todas nuestras entradas y salidas, al ponernos nuestros zapatos, en el baño, en la mesa, al prender las velas, al acostarnos, al sentarnos, cualquiera que sea nuestra ocupación, nos marcamos la frente con el signo de la cruz ". (1)
Y después San Cirilo de Jerusalén haciendo eco a Tertuliano también escribía:
“Debemos hacer el signo de la cruz cuando comemos y bebemos, nos sentamos, vamos a la cama, nos levantamos, hablamos, caminamos, en suma: en cada acción (2)

No se sabe exactamente cuando empezaron los cristianos primitivos a signarse con el signo de la Cruz, pero estos testimonios nos dicen que esta es una practica cristiana muy antigua, encontrada también en sarcófagos y pinturas e iconos muy antiguos, y del cual muchos Padres recomendaron este signo en los exorcismos por su eficacia contra todo tipo de molestia demoníaca (3). Por eso satanás odia este signo, y cuando nosotros lo hacemos o el sacerdote lo hace, los demonios huyen. Hacer la señal de la cruz en los momentos de tentación y la confusión es de gran beneficio espiritual.

Este tipo de signo de la cruz se hacia en la frente, y nada mas con el pulgar. Aun vemos esta modo de santiguar cuando en la lectura del Evangelio el sacerdote signado los Evangelios con el pulgar, antes de leer. Luego esta forma de signarse se extendió hacia la boca, y hacia el corazón con algunas variantes en la Iglesia griega y en la Latina, en sus significados, como en el modo acomodar los dedos, pero que en ultima instancia significan lo mismo, i.e., amar a Dios con todo el corazón, alma, mente y fuerza. (Cf. Mat 22,37).

En la práctica ortodoxa en general, se utiliza la mano derecha. El pulgar, índice y dedo medio son llevados a un punto. Entonces se colocan en la frente después de esto se mueve hacia el plexo solar, hacia el hombro derecho y horizontalmente a través de a la izquierda. El pulgar, el dedo índice y el dedo medio son unidos para simbolizar la Santísima Trinidad, mientras que el dedo anular y el meñique se contraen en la palma de la mano para representar las dos naturalezas de Cristo. (4)


En la costumbre de la Iglesia Latina utilizamos los tres dedos empleamos la mano derecha, colocando los dedos índice doblado detrás del pulgar, para formar una cruz, la cual representa las dos naturalezas de Cristo, y los tres dedos verticales representan a la Santísima Trinidad.

En la cultura latinoamericana acostumbramos besar la cruz que formamos con el pulgar y el índice al decir “Amen” como signo de veneración a la Cruz de Cristo y a la Trinidad. Sin embargo algunos teólogos siguieren que debe ponerse la palma de la mano activa en el pecho, como lo hacen muchos sacerdotes en la Misa. La mano extendida con los cinto dedos representan las cinco llagas de Cristo.


¿Que significa?

1. Es un sacramental: Se llaman sacramentales los signos sagrados instituidos por la Iglesia (no inventado por ella) cuyo fin es preparar a los hombres para recibir el fruto de los sacramentos y santificar las diversas circunstancias de la vida. (5)

2. Es un signo de nuestra redención, y un emblema del amor de Dios hacia los hombres. (Un signo es algo que nos revela sensorialmente una realidad ulterior).

3. Es un símbolo de pertenencia a Dios por el bautismo. (Un signo “significa” algo, y un símbolo “simboliza” algo. Los signos pueden ser comprendidos por los seres humanos y, algunos, por los animales; los símbolos no. Los signos señalan; son específicos de un cometido o una circunstancia. Los símbolos tienen un significado más amplio y menos concreto como el símbolo de los apóstoles ,“El credo”).

4. Es una arma contra la tentación, y acechanzas del demonio.

5. Al hacer el signo de la cruz estamos profesando nuestra fe al crucificado, (como cuando nos signamos al pasar un templo católico).

“El cristiano comienza su jornada, sus oraciones y sus acciones con la señal de la cruz, "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén". El bautizado consagra la jornada a la gloria de Dios e invoca la gracia del Señor que le permite actuar en el Espíritu como hijo del Padre. La señal de la cruz nos fortalece en las tentaciones y en las dificultades.” (6)

Que no es.

-No es algo mágico, pese a que es un signo poderoso para ser usado en modo supersticioso.

-No es para usarse en publico, sino en nuestra relación personal con Dios, independientemente de que nos identifique como cristianos católicos.

-No es para hacerse a la carrera, o en garabato.

Santiguar, signar o persignar, ¿cuál es la diferencia?

Del catecismo escrito por el P. Gaspar Astete:

P.: ¿Qué cosa es signar?
R: Hacer tres cruces con el dedo pulgar de la mano derecha, la primera en la frente; la segunda, en la boca; la tercera, en los pechos, hablando con Dios nuestro Señor.

P.: Mostrad cómo.
R.: Por la señal de la santa Cruz + de nuestros enemigos + líbranos Señor Dios nuestro +

P.: ¿Por qué os signáis en la frente?
R: Porque nos libre Dios de los malos pensamientos.

P.: ¿Por qué en la boca?
R: Porque nos libre Dios de las males palabras.

P.: ¿Por qué en el pecho?
R: Porque nos libre Dios de las malas obras y deseos.

P.: ¿Qué cosa es santiguar?
R: Es hacer una cruz con los dos dedos de la mano derecha desde la frente hasta el pecho y desde el hombro izquierdo hasta el derecho invocando a la Santísima Trinidad. (O cuando el sacerdote da la bendición final)

P.: Mostrad cómo.
R: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amen. (7)

En Latín:
"In nomine Patris" ("En el nombre del Padre")
"et Filii" ("y del Hijo")
"et Spiritus Sancti" ("y del Espíritu Santo").

Persignarse: Significa hacer una combinación de ambas señales anteriores, es decir de signarse y santiguarse, (como cuando se va a proclamar el Evangelio).

“Por la señal de la Santa Cruz,
de nuestros enemigos,
líbranos Señor Dios nuestro.
En el nombre del Padre
y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.”

Es como si dijéramos: "atención, en este momento nos va a hablar Cristo Jesús, nuestro Señor, al que pertenecemos desde el Bautismo.

Cuando trazamos la cruz por nuestro cuerpo, hacemos la invocación a nuestro Dios, al Padre, Su Hijo y el Espíritu Santo, es un signo de nuestra de la fe y de la Iglesia; es por tanto un "mini-credo", que afirma nuestra creencia en el Dios uno y trino, y una oración por la que uno Lo invoca. Con las debidas disposiciones, una indulgencia parcial se obtiene.

Este es un gesto sencillo pero lleno de significado y muy poderoso, es un signo de pertenencia. Cuando entramos en los templos católicos, para ira a Misa o para orar, generalmente hay pequeños contenedores con agua bendita, con la cual nos signamos, estos representa nuestra pila bautismal. Al signarnos con esta agua bendita estamos recordando que somos Cristianos, que Cristo es el origen de mi existencia natural y espiritual, y renovamos nuestras promesas bautismales, rechazando al diablo y a sus tentaciones.

El primero que hizo la "señal de la Cruz" fue el mismo. Cristo, que "extendió sus brazos en la cruz".

¿Cuando debemos hacer la señal de la cruz, o santiguarnos?

Pues como lo ensañaron los primeros cristianos, y los catecismo, es decir, en todo lugar cuando sea necesario hacerlo.

* Al iniciar el día.
* Al iniciar nuestras oraciones.
* Nos santiguamos en los momentos que necesitamos de fortaleza, invocando a la santísima Trinidad.
* Nos santiguamos para la concientización de nuestra pertenencia a la santísima Trinidad.
* Nos santiguamos al pasar un templo católico en señal de respeto al la presencia Eucarística de Cristo y en el Altar.
* Nos santiguamos cuando recibimos la bendición de un sacerdote para manifestar nuestra humildad a la acción del Espíritu Santo, y lo mas adecuado es inclinar la cabeza.

¿Como se debe hacer la señal de la Cruz?

Se debe hacer con todo respeto, reconociendo nuestra finitud ante la majestad divina, no se debe de hacer de un modo mecánico, sin sentido, o apresurado. Tampoco se debe hacer este gesto sin la invocación a la Santísima Trinidad, de lo contrario seria un gesto sin sentido, por tato debe ser hecho este signo de una forma consiente y respetuosa.

¿Haces la Señal de la Cruz?

Hazla bien.

Nada de un gesto desfigurado, apresurado, sin ningún sentido.

No.

Haz una Señal de la Cruz de verdad, lenta, amplia, de la frente al pecho, de un hombro al otro?
¿Sientes cómo te envuelve ese gesto?

Concéntrate.

Reúne en esa Señal, todos tus pensamientos y tu corazón.
Sentirás entonces, cómo te cautiva, te salva, te santifica.

¿Por qué?

Es la señal del Todo, de la Redención.
En la Cruz, Jesús salva a la humanidad entera.
Por ella, santifica a todos los hombres hasta lo más profundo de su ser.

De esa manera hacemos la Señal de la Cruz:

Antes de la oración, para que, acallando los ruidos
nos prepare y nos embargue por entero:
corazón, imaginación, voluntad.

Después de la oración
para que permanezcan en nosotros las gracias recibidas.
En la tentación, para que nos fortalezca.
En el peligro, para que nos proteja.
Para bendecir, para que, la plenitud de la vida divina penetre nuestra alma,
la fecunde y consagre todas sus potencias.

Piensa en esto cuando haces la Señal de la Cruz.
De todos los símbolos, este es el más santo.

Hazla bien, lenta, amplia, con atención.
Así envolverá todo tu ser, interior y exterior, pensamientos y voluntad, corazón y sentidos, todo.
Lo fortalecerá, lo santiguará, lo santificará, con la fuerza de Cristo, en el nombre de Dios, en tres Personas.

Romano Guardini

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